LOS ECOSISTEMAS DE ALTA MONTAÑA DEL PAISAJE CULTURAL CAFETERO

Los ecosistemas de alta montaña en Los Andes colombianos corresponden al espacio geográfico ubicado por encima de los 2.700 msnm en los pisos altimontano o andino, altoandino y subnival. Por lo general, en términos bioclimáticos y de vegetación, en esta franja se presentan hasta 5 unidades más o menos diferenciables, de acuerdo con la fisionomía y composición de la vegetación, lo pronunciado del gradiente altitudinal y las condiciones edáficas y de humedad.

El modelado del terreno en la alta montaña andina es generalmente una herencia de la acción erosiva y de acarreo de materiales que ejercieron antiguos glaciares durante las glaciaciones del Pleistoceno y que siguen ejerciendo los pocos remanentes actuales de ellos. Circos glaciares que rodean las altas cumbres, valles excavados en forma de U, morrenas, depósitos de bloques y conjuntos secuenciales de cuerpos de agua dispuestos en fila a lo largo de los valles, dan testimonio de un pasado gélido no muy lejano y del retroceso de los glaciares. Ese paisaje glaciar heredado, tan característico de la alta montaña de la Cordillera Oriental, se combina con el propio de la actividad volcánica en la Cordillera Central y el Macizo Colombiano, donde hay conos volcánicos, cráteres activos, inactivos e inundados, domos, depósitos de piroclastos y flujos de lava petrificados.

Al final de la última glaciación, hace unos 12 mil a 10 mil años, el clima se fue tornando más cálido y lluvioso, y hace 6.000 años se dio inicio al periodo interglacial actual. Desde entonces, en las superficies abandonadas por los glaciares, los componentes de la flora y la fauna de la alta montaña fueron consolidando comunidades diferenciadas que han adquirido una identidad propia, según la franja altitudinal en la que se desarrollan: subpáramo o zona de transición entre los bosques altimontanos y el páramo, el páramo propiamente dicho y el superpáramo.

Exceptuando un período relativamente corto, entre 1650 y 1850 de nuestra era, denominado la Pequeña edad del hielo, la cobertura de los glaciares ha ido disminuyendo de forma generalizada, no solo en Los Andes sino en todo el mundo, proceso que se ha visto exacerbado en las últimas décadas debido al calentamiento global. En Colombia persisten 6 masas glaciares —5 en la región andina y una en la Sierra Nevada de Santa Marta—, las cuales en 2010 mantenían una cobertura de 45,3 kilómetros cuadrados, lo que representa el 0,17% de la superficie de glaciares de toda la Cordillera de Los Andes. De las 5 masas de hielo de Los Andes colombianos, 4 se encuentran rodeando conos volcánicos en la Cordillera Central; la otra corresponde a la cadena de picos de la Sierra Nevada del Cocuy, Güicán y Chita en la Cordillera Oriental.

En el piso subnival, entre 4.000 y 4.800 msnm, que corresponde al intersticio abandonado por los glaciares hace menos de 1.000 años, se han identificado 69 comunidades vegetales distintas que se agrupan bajo el término genérico de superpáramo. Por lo general, estas comunidades están dominadas por líquenes, musgos, plantas con forma de cojín y herbáceas que crecen de manera más o menos dispersa sobre un sustrato inestable areno-pedregoso. Entre ellas, se destacan las árnicas o senecios, con follajes blanco plateado y vistosas flores, el lítamo real, los licopodios o gatiadera y algunas especies rastreras del género Lupinus. En respuesta a las difíciles condiciones ambientales reinantes —suelos pobres e inestables, heladas, amplias fluctuaciones de temperatura y alta radiación ultravioleta—, estas plantas presentan adaptaciones singulares, entre las que se incluyen hojas gruesas dispuestas en roseta, usualmente cubiertas de pelos o revestidas con resinas.

En la zona media del piso altoandino, aproximadamente entre los 3.300 y los 4.000 msnm, que corresponde al páramo propiamente dicho, se han identificado alrededor de 146 comunidades vegetales, en su mayoría dominadas por varias especies de gramíneas que crecen en forma de macolla y forman extensos pajonales, y por frailejones y plantas en forma de cojín. Son precisamente los pajonales-frailejonales los que definen en gran parte el aspecto característico de los páramos. En la Cordillera Oriental, que cuenta con la mayor superficie de páramos en Colombia, los pajonales suelen entremezclarse con chuscales.

La interfase entre los pisos andino y altoandino corresponde al subpáramo, también conocido como páramo bajo. El límite inferior de esta franja de la alta montaña es bien identificable en la Cordillera Oriental, generalmente entre los 3.000 y 3.400 msnm, mas no así en las cordilleras Central y Occidental. Se trata en realidad de una zona de transición entre el bosque andino y el páramo propiamente dicho, caracterizada por la presencia de muchos arbustos y árboles bajos, entremezclados con frailejones y otros elementos propios del páramo. En la cordillera Central y Occidental, debida a factores de relieve y humedad, el límite inferior del subpáramo suele situarse a mayor altitud, aproximadamente entre los 3.400 y los 3.700 msnm. En muchos casos, la deforestación del bosque altoandino, los incendios forestales, la adaptación de terrenos para el cultivo de papa y el establecimiento de potreros para la ganadería, han provocado que la vegetación propia del subpáramo se desplace hacia abajo.

En los subpáramos colombianos se han identificado 112 comunidades vegetales, algunas dominadas por arbustos como el rodamonte, el romero de páramo y el coloradito, algunas por chusques o bambúes y otras por matorrales de uva camarona o paramuna, mortiño o agraz, reventadera y helechos arborescentes de tallo corto, a veces entremezclados con puyas, y ciertas especies de frailejones como Espeletiopsis corymbosa en los páramos circundantes de Bogotá; Espeletia uribei en el páramo de Chingaza y Espeletia hartwegiana en algunos páramos de la Cordillera Central.

Puesto que los páramos y las zonas de alta montaña andinas han permanecido aislados durante la mayor parte de su historia y están separados entre sí por grandes distancias, como las que hay entre una cordillera y otra, una gran proporción de la biota que los habita es endémica. Se estima que alrededor del 60% de las especies de la flora paramuna es endémica de la alta montaña andina. Es así como prácticamente en cada uno de los páramos colombianos hay una o más especies endémicas de frailejones de los géneros Espeletia o Espeletiopsis, las cuales no se encuentran en ningún otro páramo del país.

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